Los cículos viciosos son como laberintos sin salida, ruedas de hámster que no paran de girar.
Escondites emocionales de torturas sentimentales.
Como cuando no sales de casa porque no encuentras la maldita llave para regresar y la buscas y la buscas por un lado y por el otro, por aqui y por allí, y vuelves al lugar donde buscaste por primera vez y vuelves a entrar en el círculo.
El bucle sin fin.
Mismo recorrido y mismo resultado: la llave no aparece.
Y el círculo cada vez tiene más hambre y te pide más; el tiempo que tu pierdes en buscar la llave es solo su aperitivo.
Y vuelves a empezar una y otra vez.
No avanzas ni retrocedes, sigues girando como un molinillo que se deja acariciar por la brisa.
Ese querer y no poder, ese poder y no querer.
Entonces, ¿qué?
¿sales o qué?