miércoles, 27 de mayo de 2015

Diario de un ídolo de masas [1]:

Un blanco y negro, por favor. 

una ficción sobre los estragos de la comunicación 3.0

 


-Hola, ¿eres real?

Este es  uno de los más de una veintena de mensajes directos que recibo cada hora vía Twitter. No exagero si digo más de una veintena, pero el recuento es aproximado, incluso es posible que sean más.

Por lo general no suelo contestar a ningún mensaje, sería una labor que me robaría más tiempo del que dedico a otros menesteres. Por eso suelo mandar mensajes de agradecimiento por el apoyo recibido en general a todos a quienes siguen mis andanzas en Twitter: mis queridos followers.

Mi relación con las redes sociales es de odio- amor, que no amor-odio.

Quiero decir que las odio pero las amo secretamente, si fuera amor odio implicaría un amor de cara a la galería y un odio secreto; pero la poca sabiduría que he podido adquirir a lo largo y ancho de mis recién cumplidos veintisiete años, me ha llevado a la conclusión de lo poco útil e innecesario que es vivir con odio. Sólo viven con odio los odiosos, y yo soy incapaz de odiar nada ni nadie. El odio termina malgastando e intoxicándote; conviertiéndote en uno de esos vampiros emocionales con los que uno se topa cada día. Esos que disfrutan con los fracasos y miserias de los demás, esperándote en cada esquina para ponerte la zancadilla y mirar en dirección contraria con cara de pío, pío que yo no he sido.

Y yo a las redes sociales sólo las odio lo justo, sólo un poquito, pero enseguida se me pasa.

Pero una de las cosas que menos me gustan es el anonimato

El anonimato está genial para que cualquier persona en cualquier momento por el motivo que sea pueda reinventarse y crear un alter ego a su medida, ese hacerse a sí mismo, tan necesario para huir de la mediocridad del mundo que nos rodea; un tema apasionate al que ya dedicare el tiempo que se merece a explayarme.

Lo que decía, un buen uso del anonimato es genial, pero sin hacer un uso y abuso traspasando ciertos límites que rozan el mal gusto dejando al descubierto la decadencia humana cayendo por una pendiente.

Por eso cuando recibo un mensaje como el que encabeza este escrito desearía estar sentado con esa persona en una terraza tomando un blanco y negro discutiendo de lo divino y de lo humano y de todas aquellas cosas que no pueden comprimirse en 140 caracteres.

¿Imaginad por un momento que sólo pudiésemos comunicarnos de forma oral con no más de 140 caracteres?  

Agotador, ¿verdad?

Así es cómo me siento cada vez que tengo que contestar un tuit.



jueves, 14 de mayo de 2015

¿Me haces un favor?

Está bien pedir consejos y segundas opiniones. Está bien contrastar opciones, medir sus pros y sus contras y pegarse una hostia si es preciso para aclararse aún más. Está bien seguir el instinto, hacer lo que a uno le pide el cuerpo, hacer lo que se quiere y mandar a la mierda el deber.

Pero no está bien dar consejos cuando nadie te lo ha pedido, ni aunque sea para ayudar porque no hay nada más confuso como tratar de ayudar a quien anda perdido, muy perdido por la vida; a quien ha perdido el punto de referencia al que volver, a quien ya no se deja deslumbrar ni por estrellas fugaces porque en su interior reina la oscuridad, ni a quien quiere permanecer escondido ajeno a todo aquello que le provoca tristreza, dolores de cabeza y quedarse despierto hasta las 2 a.m. con los ojos como platos luchando contra la extenuación.

jueves, 7 de mayo de 2015

It´s all lies, darling

 
 
Mentir es una forma de supervivencia.
Las mentiras nos rodean, están entre nosotros y muchas veces es mejor dejarlas donde están.
La sinceridad empieza a estar sobrestimada.
No paro de percibir en el ambiente una necesidad desmedida por defender y propugnar la sinceridad. 
Ahora se lleva mucho eso de sincerarse y decir verdades pero, ¿es realmente necesario?
La respuesta es no.
Porque en un arranque de sinceridad hay verdades que escuecen más que echarse agua oxigenada sobre una herida abierta.

Más sobre mentiras aqui.

lunes, 4 de mayo de 2015

Pasatiempos y una petición


Como cada mañana entro en facebook. Es un ritual que repito varias veces al día, la mayor parte de forma automatizada, hasta tal punto que he probado a hacerlo con los ojos cerrados. Entre mensajes sin leer, otros leídos y no contestados, notificaciones y solicitudes de amistad de conocidos de conocidos pero desconocidos al fin y al cabo, ahí ando yo. Cambio la foto de perfil porque es algo que hay que hacer por lo menos un par de veces al mes, y con más razón si hay algún cambio capilar de por medio por minúsculo que sea. Esto son cosas de las que tienen que enterarse todo el mundo, osea, facebook, no vaya ser que luego te cruces por la calle con alguno de tus amigos y no te reconozcan. Eso no puede suceder nunca. Sería algo muy vergonzoso que luego te dijeran, "oye, que esta mañana me pareció verte, pero no, no podías ser tu porque era una chica clavada a ti pero con el pelo más corto y más rubia"; y claro te dicen eso y que dices, ¿que eras tú? ¿Tienes que ir contando que has cambiado de peinado? Está claro que no, cambias tu foto de perfil y asunto resuelto. Una imagen lo es todo, grábate esto a fuego: no eres tú, es tu imagen; así que la próxima vez sonríe un poco, sin parecer falso y ensaya frente al espejo tu mejor perfil. Te lloverán los likes y frases sinceras, hirientes y humillantes del tipo ¡qué guapa, pero si no pareces tu!..., uy, cuánto has adelgazado,no? A lo que yo me pregunto ¿por qué das tu opinión si no te la he pedido, si yo solo quiero más likes que en mi anterior foto? A todas estas opiniones ni caso, sólo pueden venir de personas envidiosas por ser como tú eres.

Como el fin de semana ha dado para mucho, subo las fotos del sábado. En realidad no son nada del otro mundo pero es necesario que todos mis amigos sepan lo bien que me lo pasé, lo mona que iba y lo guapos y atractivos que son mis amigos; porque otra cosa no, pero fotogénicos y guapos son un rato. Son de esos que están mejor callados, porque tienen una voz que no les corresponde, como cuando conoces a un tipo feo y horrible y entonces le oyes hablar y tiene una voz preciosa. Es lo mismo pero al revés, y ahora que lo pienso es una putada. Lo de tener una voz horrible, claro.
Personalmente me produce un enorme rechazo y me recuerda a un tipo del que me colgué hasta que escuché su voz...

Coincidíamos en un par de optativas, pero sólo nos conocíamos de vista. Él era el típico de mucho mirar y hacerse el interesante y yo le seguía el rollo básicamente porque me aburría en clase, algo que por otra lado era muy habitual en mí. Siempre me buscaba un pasatiempo: leer, hacer sudokus, crucigramas o escribir sobre lo primero que se me venía a la cabeza. Así que él era mi pasatiempo. Al principio yo ni siquiera me di cuenta de su existencia hasta que un día noté que me miraba más de la cuenta. A nadie le gusta que un desconocido le mire más de la cuenta, salvo que haya un interés sexual mutuo, pero lo cierto es que si el contexto hubiera sido el de un viernes-sábado-noche a las tres de la madrugada y no un lunes a las doce del mediodía en una clase de política, hubiera sido la cosa más normal del mundo. Así que puestos en situación entenderéis a lo que me refiero. Con el tiempo, llegué a pensar que realmente le gustaba, pero que su timidez enfermiza le impedía acercarse a mi y hablarme. Sólo verle me alegraba la mañana, y la cosa llegó hasta el punto de cruzar miradas que podían sostener la mismísima Tour Eiffel, y producían en mi un maravilloso deleite sensorial. Hasta que un día le escuché hablar. Fue un tono de voz desagradable, incómodo, propio de una persona de alma gris, pero gris oscuro rozando el negro. Entonces se derrumbó la Tour Eiffel y mis neuronas alteradas recuperaron la semi-normalidad que habían perdido.

Esta experiencia molesta,  pero útil al fin y al cabo me lleva a formular la siguiente petición a los sabios y expertos profesionales de la medicina estética de este nuestro planeta.

Muy señores míos:
Ya va siendo hora de que inventen una nueva operación de cuerdas vocales para que uno mismo pueda escoger su voz, porque si podemos achatarnos la nariz, aumentarnos las tetas y labios, quitarnos cartucheras, papada, miopía y orejas de soplillo es súper injusto que a quienes la naturaleza le ha dado una voz indigna se ser suya, no puedan cambiarla por otra más adecuada a sus condiciones físicas. Por favor cirujanos del mundo inventad la operación de cambio de voz, ¡ya!
Os vais a forrar.


Por cierto, acabo de bloquearme en Facebook.