Está bien pedir consejos y segundas opiniones. Está bien contrastar
opciones, medir sus pros y sus contras y pegarse una hostia si es
preciso para aclararse aún más. Está bien seguir el instinto, hacer lo
que a uno le pide el cuerpo, hacer lo que se quiere y mandar a la mierda
el deber.
Pero no está
bien dar consejos cuando nadie te lo ha pedido, ni aunque sea para
ayudar porque no hay nada más confuso como tratar de ayudar a quien anda
perdido, muy perdido por la vida; a quien ha perdido el punto de
referencia al que volver, a quien ya no se deja deslumbrar ni por
estrellas fugaces porque en su interior reina la oscuridad, ni a quien
quiere permanecer escondido ajeno a todo aquello que le provoca
tristreza, dolores de cabeza y quedarse despierto hasta las 2 a.m. con
los ojos como platos luchando contra la extenuación.
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