jueves, 3 de diciembre de 2015
" Que nunca has sabido lo que quieres y que siempre estás queriendo algo" *
Hay días en los que tenemos demasiados pájaros revolotenando en la cabeza para pensar con
claridad y exactitud qué es lo que queremos. A veces de tanto pensarlo terminanos por no querer nada, o lo que es lo mismo, quererlo todo. Es como cuando te preguntan:
-¿qué te pasa?
y tú contestas:
- nada, no me pasa nada.
Y claro, que no pasa nada, porque pasa todo.
Cuando hablamos en términos absolutos tanto todo como nada son un todo indisoluble y difícil de examinar para poder determinar dónde empieza el uno y dónde termina el otro.
Y luego están los no sés, los que nunca saben nada, los que siempre contestan con un no sé, a mi me da igual... pero ¿qué estás diciéndo, cómo que te da igual ocho que ochenta, eres tan inútil que no sabes decidirte por un plato u otro? ¿vas a dejar pasar otra otra oportunidad gracias a tu indecisión?
Pero la bola de nieve se hace aún más grande cuando no se divisan expectativas ni motivaciones en el horizonte, cuando se ha perdido un punto de referencia al que dirigirse porque nunca lo encontraste o porque no te has parado a buscarlo con detenimiento, porque aunque cueste siempre habrá alguno que puede que aparezca en un momento inesperado, o a la vuelta de la esquina, quizás siempre estuvo allí, pero no prestaste la suficiente atención para verlo, o porque sólo te fijaste en la superficie y no te paraste un rato a rascar un poquito.
Y a pesar de no saber lo queremos seguimos queriendo sin parar.
¿Por qué esa sed insaciable por cosas materiales? ¿por qué nos empeñanos en rodearnos de más y más objetos? ¿por qué nunca tenemos suficiente y ansiamos más y más? ¿cuándo llegará el día en el que frenemos en seco?
*Carmen Laforet, Nada.
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