martes, 15 de diciembre de 2015

El baile de máscaras: cómo sobrevivir a las fiestas navideñas

Quedan unos días para que comience el baile.

No es necesaria invitación, pero como cada año estás invitado a ese evento rezumante de alegría, felicidad y jolgorio que son las reuniones familiares. La asitencia es irrenunciable, salvo que te haya tocado el gordo de Navidad y te autodestierres a una isla paradisiaca sin cobertura wifi; porque así de caprichoso es el paraíso. En caso de urgente necesidad llama a ese amigo que nunca te abandona en momentos tan cruciales: tu querido virus intestinal, tan recurrente, inesperado y efectivo que siempre resulta creíble.

Pero, este año Mercurio está retrógado y las probabilidades no juegan a tu favor, lo siento.

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-Una imagen vale más que mil palabras y aunque el baile solo tenga lugar una vez al año, procura mantener el buen gusto aunque no sea apreciado por el resto de invitados.
Ya sabes, esos familiares con los que compartes apellido y mantel un par de veces al año y que no los soportas ni en foto.

-Te recuerdo que no se exige etiqueta, pero tampoco vayas hecho unos zorros.
Por el contrario el ir hecha una zorra puede ser divertido y estimulante pero muy desconcertante e incómodo para el resto... Si quieres quitarle todo el protagonismo a ese pariente que no soportas, que lleva siempre la voz cantante y presume de ostentar todo tipo de verdades absolutas, no lo dudes: ¡es una apuesta segura!

-No olvides que nada más llegar y pisar la pista seras sometido a un riguroso y sofisticado procedimiento de rayos equis que tratará de descifrar todo lo que callas, escondes y es incoherente con tu lenguaje no verbal. Mentir es un arte, utiliza la mentira si es preciso; pero si no te desenvuelves como pez en el agua, las medias verdades también funcionan.

-Es necesario que cambies de máscara, y no caigas en la tentación de reciclar las de años anteriores; has de actualizarte como tu android para que no te infectes de los virus que el resto de invitados tratarán de contagiarte a base de buenas palabras envueltas con el papel de regalo de las malas intenciones. Una cosa muy desagradable y tan propia de esas personas que tratan de ocultar su complejo crónico de superioridad moral.
Para lidiar con ellos lo mejor es no entrar en su juego y hacer oídos sordos a sus improperios. Es todo un ejercicio de contención, lo sé.



- El alcohol lo hace todo más soportable y cualquier excusa es buena para beber una copita y brindar.

- Mentalízate con la batería de preguntas que han preparado para la ocasión tu tía, tu abuela, tu cuñado (¡mucho ojo con los cuñadísismos!), y las odiosas comparaciones que se les ocurren a sus brillantes mentes en las que no sé sabe muy bien cómo, tú acabas siendo la protagonista de las mismas.

- Este año el baile estará amenizado por tres grandes greatest hits: las elecciones, las elecciones y las elecciones. 

- Evita a toda costa las confrontaciones y discusiones, no caigas en el juego y manten siempre la compostura. Piensa que esto es como Eurovisión y que sólo pasa una vez al año.

- Que no decaiga el baile. Danzad, danzad, malditos.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Tiranías modernas

El mundo está plagado de descerebrados con formas humanoides.
Algunos son más difíciles de detectar que otros, pero en definitiva tarde o temprano su verdadera naturaleza sale a relucir.
Ellos piensan que el resto, nosotros los humanos, que somos seres consumistas, hedonistas y nosecuántosmás -istas, también somos idiotas. Es verdad, lo somos. También dentro de los humanos unos seres están más evolucionados que otros, qué duda cabe, pero a grandes rasgos abunda el borregismo entre el ciudadano medio, que previamente ha sido bien adoctrinado por estos seres descerebrados a los que hacía referencia al principio de este párrafo.


El aborregamiento, adoctrinamiento o cómo lo queramos llamar tiene una única finalidad: anular la capacidad de discernir conceptos que en aparencia parecen tan sencillos como el bien y el mal, el blanco o el negro, o la belleza y la fealdad. Estos conceptos devienen distorsionados pero sucumbidos a ellos y terminamos seducidos por lo feo, lo irreal o lo absurdo.

Por ejemplificar un poco de lo que estoy hablando pondré el foco en un ámbito concreto: la industria de la moda.

Cualquier moda que se precie, tiene un origen y no es precisamente casual. Las modas son creadas para ser consumidas, si no no tendrían razón de ser y dejarían de ser modas. No voy a entrar en el proceso de creación de una moda, porque para eso están los cazadores de tendencias (coolhunters), trabajo apasionante donde los haya, algo desvirtualizado por tanta egoblogger venida a más que por ser la primera en comprar las tendencias de la temporada en tiendas low cost se autodefine como coolhunter y/o influencer y se queda más ancha que larga.

Como decía, las modas son creadas para que consumamos productos que en condiciones normales, es decir, si éstos no estuviesen de moda, valga la redundancia; ni hartos de vino, jamás de los jamases consumiríamos.

El punto de partida de cualquier campaña publicitaria pasa por estudiar su mercado objetivo o target, determinar qué mensaje se quiere transmitir y a través de qué medios. Son muchos los estudios que se llevan a cabo hasta que se lanza un producto y/o servicio al mercado, y también son cuantiosas las cantidades de dinero que se invierten en dicho proceso. Puede haber campañas millonarias que fracasen y otras de menor inversión que alcancen el éxito.
Hoy todo es mucho más inmediato gracias a internet y a la creación de nuevos canales de comunicación como las redes sociales, foros, blogs, webs de opinión o personas influyentes.

Si hablamos de la industria de la moda, las mujeres somos las principales consumidoras  y por ende, las principales destinatarias de sus numerosas campañas. En muchas de ellas la imagen de la mujer se reduce a un simple objeto, cuando no se  proyectan estereotipos de mujeres inalcanzables e irreales, o se recurre a cosificar la sexualidad femenina.





¿Qué se pretende con todo ello?

Para vender algo innecesario, primero se ha de generar una necesidad, y si ésta no existe habrá que inventarla. Se trata de que el consumidor viva en un estado de insatisfacción e incorformismo continuo y que a través del acto que supone el consumo en sí, satisfaga tan indeseables sentimientos.

¿Quién no se ha sentido mal después de comprobar que te sienta como un tiro ese vestido tan ideal que anuncia fulanita por todas las marquesinas? 

¿Por qué para vender un perfume se usa a la mujer como un objeto sexual?

 ¿Por qué nos sometemos a las modas absurdas y dictatoriales que nos imponen desde anuncios de mujeres surrealistas photoshopeadas, el diseñador o la marca X, la celebrity del momento o las mal llamadas revistas femeninas? 


La publicidad, al igual que el cine o la televisión surte efectos a nivel social.
Nuestro lenguaje, nuestro comportamiento y nuestras decisiones están influenciadas por todo lo que vemos, oímos o nos cuentan. Nuestro cerebro se caracteriza por su plasticidad y absorbe como una esponja todos estos estímulos que adquirimos como propios y reproducimos consciente o inconscientemente. Y todo esto tiene un reflejo en la propia sociedad

Las mujeres somos las destinatarias de esos mensajes envenenados que terminan por convertirnos en fashion victims, adictas a la moda, o compradoras complusivas. En muchos casos, -yo la primera- compramos como forma de canalizar frustaciones personales, emocionales, sentimentales... para sentirnos bien, porque eso es lo que nos meten por los ojos cada día.
(Si alguien conoce a un hombre que sea un comprador complusivo que me lo cuente.)

Generar insatisfacción conduce a la frustración, por eso no nos sentimos mejor después de una tarde de compras. Nos alejamos de nuestra propia naturaleza, queremos ser como esos modelo inalcanzables expuestos en escaparates, revistas o cualquier soporte publicitario de difusión masiva, subliminal o no.
Ansiamos la perfección, gustar a los demás antes de gustarnos a nosotras mismas, aparentar antes que ser porque todos sabemos que la imagen lo es todo. Se castiga la autenticidad, lo diferente por no estar dentro de los cánones socialmente aceptados. Abunda la uniformidad, mujeres cortadas por un mismo patrón estéticamente hablando. Nos creemos seres únicos pero dentro de la colectividad somos todos iguales.

Es fácil, muy fácil caer en estas redes y muy difícil mantenerse fiel a uno mismo sin perder la esencia que a cada uno le hace ser único e irrepetible. Y eso, queridos no hay anuncio que nos lo cuente.

jueves, 3 de diciembre de 2015

" Que nunca has sabido lo que quieres y que siempre estás queriendo algo" *



 
Hay días en los que tenemos demasiados pájaros revolotenando en la cabeza para pensar con
claridad y exactitud qué es lo que queremos. A veces de tanto pensarlo terminanos por no querer nada, o lo que es lo mismo, quererlo todo. Es como cuando te preguntan:
 -¿qué te pasa?
 y tú contestas:
- nada, no me pasa nada.

Y claro, que no pasa nada, porque pasa todo.

Cuando hablamos en términos absolutos tanto todo como nada son un todo indisoluble y difícil de examinar para poder determinar dónde empieza el uno y dónde termina el otro.

Y luego están los no sés,  los que nunca saben nada, los que siempre contestan con un no sé, a mi me da igual... pero ¿qué estás diciéndo, cómo que te da igual ocho que ochenta, eres tan inútil que no sabes decidirte por un plato u otro? ¿vas a dejar pasar otra otra oportunidad gracias a tu indecisión?

Pero la bola de nieve se hace aún más grande cuando no se divisan expectativas ni motivaciones en el horizonte, cuando se ha perdido un punto de referencia al que dirigirse porque nunca lo encontraste o porque no te has parado a buscarlo con detenimiento, porque aunque cueste siempre habrá alguno que puede que aparezca en un momento inesperado, o a la vuelta de la esquina, quizás siempre estuvo allí, pero no prestaste la suficiente atención para verlo, o porque sólo te fijaste en la superficie y no te paraste un rato a rascar un poquito.

Y a pesar de no saber lo queremos seguimos queriendo sin parar.
¿Por qué esa sed insaciable por cosas materiales? ¿por qué nos empeñanos en rodearnos de más y más objetos? ¿por qué nunca tenemos suficiente y ansiamos más y más? ¿cuándo llegará el día en el que frenemos en seco? 



*Carmen Laforet, Nada.