viernes, 8 de enero de 2016
Descongélame, descongélate
Ha llegado el día.
De tanto postergar el momento, las ganas y la motivación quedan sumidas en un estado de congelación.
El propio proceso produce una serie de consecuencias que, de no actuar derivarán en una rutina anestesiante, perpetua eternidad inanovible. Es lo que tiene la congelación, que paraliza el cuerpo y los sentidos, te quita el hambre como de pronto regresa hambriento, voraz e insaciable. Y qué decir de encontrarle un sentido a este sinvivir bajo cero. Las pobres merluzas bien lo saben.
Es hora de despertar del letargo, de bajar a la tierra los pensamientos que andan volando mareados sin saber adónde ir y tranformarlos en algo que me haga continuar sin detenerme en distracciones que hacen que me olvide de quién soy, y no saber qué coño estoy haciendo con mi vida.
Porque, ¿acaso tú sabes quién eres?, ¿sabes lo que quieres?
Si así es, te felicito.
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