miércoles, 27 de abril de 2016

Oh la la



Echo de menos París. No la Torre Eiffel, ni los Campos Elíseos. Tampoco la creperie de al lado de casa, ni tomar café en la calle a veinticinco o cero grados. París en sí misma, bien pordría ser una ciudad como otra cualquiera pero tiene algo que no encontrarás en ningún otro lugar del planeta.
A París le pasa un poco lo que a Nueva York cuando la visitas por vez primera, porque aunque nunca antes hayas estado allí todo es tan familiar y reconocible que sientes que formas parte de ella.
Reconoces sus avenidas, sus vecindarios, el tumulto cotidiano... y te crees una protagonista de la Nouvelle Vague.

Pero te das cuenta de que esa realidad construida en tu imaginario es fruto de la deconstrucción, e irremediablemente cambia tu imagen de la ciudad, y ya no desprende ese allure que dirían los franceses.

Porque París no es la ciudad de la luz, París es un parque temático, el parque temático del amor, con sus candados encadenados en sus puentes, con sus princesas disney en busca del príncipe perdido, con los muertos ilustres, cuyas tumbas reciben más visitas que la Gioconda...


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