viernes, 29 de abril de 2016

Ahí está




La desolación camina de nuestra mano, por las calles, por los barrios, por los pasillos del suburbano, por los impúdicos baños públicos, por los mercados, por los centros comerciales. Y nos mira de reojo y se ríe a su antojo. Qué sinvergüenza, la tía. Se nota que nunca nadie le dijo que no está bien reirse de la desolación ajena. Y ahí está ella, nos sigue mirando descaradamente, -no la mires, me dices-, y yo, como buena mula que soy no te hago caso. Y hoy la veo con mala cara, será que no ha dormido bien o será porque ya ha visto mucho por hoy, y eso que son apenas las dos y media de la tarde. No, si al final vas a tener razón, no debería mirarla porque al final estoy empezando a adquirir su misma tonalidad de escala de grises de pocos claroscuros y muchos oscuclaros.

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