No más selfies, por favor.
una ficción sobre la comunicación 3.0
El otro día, no recuerdo si fue anteayer o el día antes de anteayer, iba yo caminado por la calle, tan feliz y tan campante. Todo era perfecto: la temperatura agradable, los rayos del sol, filtrados a través de los cristales polarizados de
mis recién estrenadas gafas de sol, un modelo casual, discreto y
moderno; me permitían observar la abyecta realidad, ahora reconvertida en
reveladora y refrescante. Sonaba It feels sooo goooood in the bay, en el momento exacto en el que el cuadro de Hopper cobra vida y movimiento al ritmo de música electrónica.
Ahora era yo quien sumergido en esa piscina, braceaba como si fuera Esther Williams en Escuela de Sirenas y dejaba que mi larga melena se fundiese con el cloro. Mi evasión se vio interrumpida bruscamente cuando sentí que una mano extraña se posaba sobre mi brazo, devolviéndome a mi situación actual. Mierda. Me giré y me vi obligado a quitarme los auriculares al no poder descifrar las mudas palabras del chico que me hablaba.
- Oye, perdona, es que.... mi novia y yo te hemos visto, y bueno que...a mi novia le encantas, pero que nada, que yo no soy celoso, ¿eh? es que es muy tímida y si yo no me acerco a pedirtelo ella no se va a atrever...
- Bueno, yo no me como a nadie, pero estáte tranquilo que yo tampoco soy celoso- digo como si tal cosa, intentando ser gracioso, pero la gracia la tengo en el culo, y suelto una carcajada nerviosa riéndome de mi mismo, por mi absurdez y la situacón incómoda en sí.
El novio me mira y e intuyo en su mirada cierta tirantez, es cómo si me estuviera pensando: "joder, vaya creído de mierda el actorzuelo éste... si no fuera por la cara que tiene, puf, y encima a mi novia le pone..."
-Nada, que si no te importa que nos hagamos un selfie.
Hacernos un selfie.
Un selfie.
La frase se repite en mi cabeza como un mantra. Un selfie.
Antes, en los comienzos de mi fulgurante carrera como actor revelación, eran pocos los fans que te pedían una foto, al márgen de los pesados paparazzis, claro; bastaba con un garabato que colase por autógrafo, un par de besos y tan contentos. Eso era antes.
Pero ahora, ¡todo el mundo lleva una cámara en el bolsillo!
Sé que para vosotros, simples mortales anónimos es una nimiedad, pero para un ídolo de masas como yo, se ha convertido en un suplicio contra el que luchar día tras día, sabiendo que mañana volverás a toparte con él.
La gente me reconocería por la calle aunque me plantase una careta con la cara del mismísimo diablo.
Vale que soy actor, que salgo por la tele y que las adolescentes se dejan los pulgares de tanto que les gustan mis fotos y tuits, pero los selfies están acabando con nosotros. Os lo digo desde la profunda sinceridad de mi ser.
-¿Un selfie? Sí, claro.
El tipo ya llevaba su iphone preparada con su palo y todo.
¡Es tan vergonzante ver a la gente con palos enganchados a sus teléfonos, más inteligentes que sus propios dueños, poniendo caras y gestos absurdos mientras el resto de personas observan involuntariamente la grotesca escena sin comerlo ni beberlo...! ¡y qué decir de convertirte en protagonista del mismo!
La bochornosa situación la sobrellevo poniendo la mejor de mis caras, sonrío a la pantalla como que me encanta y mis gafas de sol hacen el resto.
Menos mal que hoy hacía sol.
Benditos cristales polarizados, le estaré eternamente agradecido al tipo que me las vendió, aunque el muy capullo también me pidiese un selfie...