miércoles, 10 de junio de 2015

Cavilando



Mientras regreso a casa después de pasar otro rutinario y anodino día de trabajo me da por cavilar en lugar de ponerme a hacer la lista de la compra. Para eso soy más de improvisar y dejo que sea mi síndrome premenstrual el que me guíe, intuyendo que durante la próxima semana me alimentaré a base de nachos, chocolatinas y patatas fritas estilo artesano.

Hoy, tratando de abstraerme del ambiente que me rodeaba, caras largas, grises, cansadas, púberes con las hormonas revueltas y hambre de selfies; madres de familia dando de merendar a sus vástagos, hombres con trajes de confección y camisas con iniciales grabadas, como las que llevaba en el babi del cole....  me preguntaba por qué siempre posponemos tal o cuál cosa a la espera de que llegue ese preciado momento que nunca termina de llegar. 

¿Falta de tiempo, de ganas, o una combinación de ambas?

Cada vez pienso que por ahí no va la cosa. 

Siempre hay tiempo cuando se tienen ganas, pero sin ganas aún con todo el tiempo del mundo por delante, nunca encontrarás el momento adecuado para iniciar algo, lo que sea.

¿Por qué hacer planes de cara a un futuro incierto?

¿Por qué proyetar sueños, posponer promesas, planes, deseos, reservar sentimientos y guardarlos bajo llave hasta el día x que ni existe ni existirá?


Ya lo dice el refrán, el que espera, desespera.

Voy a probar el mindfulness.

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