martes, 23 de septiembre de 2014

Necesitamos historias

Necesitamos historias para dormir, las que nos cuentan cuando somos pequeños y que hoy son las que echamos en falta cuando nos despertarnos. Porque ya nadie nos las cuenta y si no teñimos con un poco de fantasía la monotonía diaria corremos el riesgo de volvernos un poco más grises y aburridos.

Necesitamos vivir historias para poder contarlas, para tener una excusa con la que comenzar eso que dejaste para hoy y que hoy dejarás para mañana, que mañana será otro día. Y esa misma historia será la que te empujará a terminar lo que empezaste y dejaste a medio hacer. Esas palabras que no dijiste y te guardaste y todo lo que no hiciste porque alguien te sugirió que no era buena idea hacerlo. 

Necesitamos callarnos para escuchar las historias que jamás contaremos, porque alguien las vivió antes que nosotros y nos las cuenta desde la experiencia. Porque hablamos mucho pero andamos cortos de saber escuchar y algunos a años luz de empatizar, eso tan gráfico de meterse en el pellejo de otro.
 
Necesitamos historias en las que creer, con las que nos identifiquemos para hacerlas un poco nuestras y crecer.

Habrá historias que nos restarán años, que nos transportarán a un pasado tan lejano como lo está el presente para el que vive en el futuro; y cuando regresemos de ese viaje al ahora, al aquí, nos notaremos más avejentados pero con una sonrisa dibujada en la cara que antes no teníamos.

Necesitamos historias para amarlas, para obsesionarnos tanto con ellas que acabaremos odiándolas, porque sólo puede odiarse lo que un día amaste con locura.

Necesitamos historias en las que perdernos como si de un laberinto se tratase, dónde poder dar vueltas, equivocarse, no dar con la salida; perderse de nuevo... que nos implusen a cambiar el rumbo, que nos turben, nos ilusionen y nos hagan dudar y reflexionar para recuperar la confianza en uno mismo y encontrarte cara a cara con ese tú que no eras tú porque no te reconocías porque dejaste de ser tú: perdiste tu naturaleza para ser un arquetipo con tu forma pero sin tu esencia.
Un tú sin ser tú, un yo prefabricado para gustar, no para gustarte.
 
Necesitamos historias para recordarnos que seguimos vivos, que cada día que pasa cuenta, que el tiempo no corre, vuela; que un día esto se acabará y eso al tiempo se la refanflinfla.

Podemos toparnos con ellas de casualidad en una película, en la melodía de una canción, en el personaje de un libro que encontraste abandonado en un asiento del tren, en una conversación ajena de la que fuiste incapaz de no escuchar, en la que te cuenta tu mejor amigo... da lo mismo dónde, cuándo o qué, lo fundamental es que si esa historia no te encuentra, búscala y hazla tuya, porque necesitamos historias y ellas buscan protagonistas.

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