Necesitamos historias para dormir,
las que nos cuentan cuando somos pequeños y que hoy son las que echamos
en falta cuando nos despertarnos. Porque ya nadie nos las cuenta y si no
teñimos con un poco de fantasía la monotonía diaria corremos el riesgo
de volvernos un poco más grises y aburridos.
Necesitamos
vivir historias para poder contarlas, para tener una excusa con la que
comenzar eso que dejaste para hoy y que hoy dejarás para mañana, que
mañana será otro día. Y esa misma historia será la que te empujará a
terminar lo que empezaste y dejaste a medio hacer. Esas palabras que no
dijiste y te guardaste y todo lo que no hiciste porque alguien te
sugirió que no era buena idea hacerlo.
Necesitamos
callarnos para escuchar las historias que jamás contaremos, porque
alguien las vivió antes que nosotros y nos las cuenta desde la
experiencia. Porque hablamos mucho pero andamos cortos de saber escuchar
y algunos a años luz de empatizar, eso tan gráfico de meterse en el
pellejo de otro.
Necesitamos historias en las que creer, con las que nos identifiquemos para hacerlas un poco nuestras y crecer.
Habrá
historias que nos restarán años, que nos transportarán a un pasado tan
lejano como lo está el presente para el que vive en el futuro; y cuando
regresemos de ese viaje al ahora, al aquí, nos notaremos más avejentados
pero con una sonrisa dibujada en la cara que antes no teníamos.
Necesitamos
historias para amarlas, para obsesionarnos tanto con ellas que
acabaremos odiándolas, porque sólo puede odiarse lo que un día amaste
con locura.
Necesitamos
historias en las que perdernos como si de un laberinto se tratase,
dónde poder dar vueltas, equivocarse, no dar con la salida; perderse de
nuevo... que nos implusen a cambiar el rumbo, que nos turben, nos
ilusionen y nos hagan dudar y reflexionar para recuperar la confianza en
uno mismo y encontrarte cara a cara con ese tú que no eras tú porque no
te reconocías porque dejaste de ser tú: perdiste tu naturaleza para ser
un arquetipo con tu forma pero sin tu esencia.
Un tú sin ser tú, un yo prefabricado para gustar, no para gustarte.
Necesitamos
historias para recordarnos que seguimos vivos, que cada día que pasa
cuenta, que el tiempo no corre, vuela; que un día esto se acabará y eso
al tiempo se la refanflinfla.
Podemos
toparnos con ellas de casualidad en una película, en la melodía
de una canción, en el personaje de un libro que encontraste abandonado
en un asiento del tren, en una conversación ajena de la que fuiste
incapaz de no escuchar, en la que te cuenta tu mejor amigo... da lo
mismo dónde, cuándo o qué, lo fundamental es que si esa historia no te
encuentra, búscala y hazla tuya, porque necesitamos historias y ellas
buscan protagonistas.
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