jueves, 3 de marzo de 2016

MARCAS BLANCAS


  Hace un tiempo -no muy lejano, por cierto- nadie se atrevía a reconocer en público que compraba marcas blancas. Por lo general estaba mal visto, y había cierto recelo y rechazo por tratarse de productos más baratos. Hoy puedes ver en el Mercadona de la calle Serrano, a las envisonadas señoras del barrio salamanca tan enlacadas e impecablemente peinadas comprando yogures desnatados de hacendado, rollos de papel higiénico de el bosque verde y toallitas desmaquillantes de deliplus. 


Las marcas blancas siempre han estado ahí, arriconadas, disimuladas, discretas, poco atractivas, básicas, económicas; eran las segundonas o terceronas, el comodín de última hora dispuesto a sacarte de un apuro...y han llegado a convertirse en las grandes estrellas del súper, deseadas y ansiadas por todos, relegando a un segundo plano a sus más directas competidoras: las primeras marcas, que no les hace ni pizca de gracia el asunto.


Por desgracia, esta fiebre por las marcas blancas no termina aquí.

Queremos marcas blancas a todas horas y ello es extrapolable a otros ámbitos tan susceptibles de ser mercantilizados como lo son las relaciones de pareja.

En el ámbito afectivo también queremos marcas blancas, relaciones de marca blanca, relaciones que impliquen comodidad, sin grandes sobresaltos, no sea que vaya a sufrir más de la cuenta, que no estoy acostumbrado y ya no me gusta.

No queremos ataduras ni compromisos, que eso coarta nuestra libertad. 

Queremos felicidad enlatada, frases absurdas con dibujitos infantiles sobre fondos de tonos pastel, tan románticas, tan cursis, tan tóxicas, tan rebosantes de esterotipos edulcorados... que disparan los índices de glucosa en sangre.

Relaciones baratas, de terceras o cuartas opciones, pero que sean fáciles de cambiar por otra que me convenga más en caso de que me salga rana, ¿dónde están esos príncipes cianóticos, por favor?

Queremos la comodidad y la encontramos. No queremos sufrir, queremos cuentos con finales felices, y hacer realidad ficciones simuladas.

Porque si te regalan algo del Señor Maravilloso - adalid de la felicidad contemporánea y el súmum de la cutrería sentimental-  tú eres de marca blanca, querido o querida.

Directo a la López Ibor.
Sal corriendo que aún estás a tiempo.

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