viernes, 14 de octubre de 2016

Dejá vù onírico

El mundo de los sueños es un tema que siempre me ha fascinado. Hubo un tiempo en el que llegué a obsesionarme y cuando me iba a dormir, guardaba debajo de la almohada un pequeño cuaderno y un lápiz para imediatamente después de despertame poder apuntar lo que acababa de soñar. Al día siguiente leia y releía y revivía el sueño como una realidad. Podía ocurrir en cualquier momento de la noche. Daba igual que fuera media hora después de haberme quedado en una especie de duermevela o cinco minutos antes de que sonara el despertador. Una vez soñé que sufría un accidente de tráfico y sentí el brusco frenado antes que morir. Inmediatamente desperté y a pesar del sobresalto, con taquicardia incluída, apunté todo lo que recordaba de aquel mal sueño. Me alegré de que solo fuera eso, pero lo sentí tan real que me costó dormir de nuevo.
También tuve una época en la que un sueño se repetía con demasiada frecuencia. No había noche que no soñara con ello y el final siempre era el mismo y experimentaba la misma sensación. El caso es que sin poder controlar el propio sueño- como si yo fuese la directora del mismo, - me dejaba llevar y sabiendo cuál era su final dejaba que simplemente ocurriera. Sufría una especie de deja vù onírico - término que acabo de inventarme- y no paraba de buscarle explicaciones por todas partes.
Llegó a mis manos un libro de interpretación de los sueños. Era el típico que encuentras en la sección de más vendidos en cualquier librería de barrio o en el catálogo del círculo de lectores. Digamos que tenía la misma credibilidad que las videntes de un 806, pero yo creía todo lo que decía. Lo más sensato hubiera sido leer a Freud o a Jung, pero yo soy una absoluta insensata.
De repente, después de un tiempo, ese sueño recurrente dejó de aparecer cada noche. A la mañana siguiente, despertaba sin la inquietud habitual y sentía un verdadero vacío: apenas recordaba lo que había estado soñando esa noche y creí que jamás volvería a soñar. Pasé de una época en la que siempre soñaba lo mismo, a noches en blanco. Es posible que soñara, pero era incapaz de recordar nada. Me daba mucha rabia. La posibilidad de que no volviera a soñar nunca más me atemorizaba. ¿Cómo iba a evadirme de mi propia realidad si no era a través de mis propios sueños? ¿Cómo enfrentarme a mi inconsciente si éste no era capaz de evadirse y manifestarse a través de mis propios sueños?
Lo pasé mal. Indagué sobre el tema, hasta que de repente una noche, volví a soñar. Los sueños volvieron y con ellos la proyección de mi propios miedos.



miércoles, 12 de octubre de 2016

Travesía otoñal

Configurando nuevas perspectivas ando, sin llevar un solo lastre, me invaden.
Las ideas brotan,se escapan, se esconden, transmutan hasta que alguien las caza al vuelo.
Esta noche te esperaré despierta hasta que llegues, da igual que sean las once, o las cinco, estaré con mi cargamento esperando la cacería.
No dejaré que deshagas mis argumentos, límpiate la boca antes de hablar, tienes ojeras, te faltan manos, te sobra piel.
La insitencia delata tu insolencia, mi prudencia te acrecienta, mi apatía me da hambre.
La amargura sabe mal, sabe a insecto muerto, sabe a plantas secas, sabe a óxido y sal.
Repetirás conmigo la fiesta, olvidarás apagar las luces y estaré esperando tu llegada.
Son sólo las doce y mastico onzas de chocolate, la lengua seca de azúcar,mi páncreas está borracho de azúcar, el paladar agrietado suplica más azúcar. Soy una insomne azucarada.
Decías llevar la razón, lleva lo que dices, razona lo que llevas, pero no razonas lo que dices llevar.
La humedad busca su sitio en la fiesta, como no estás te espera hasta secarse, no valdrán nuevas lluvias para humedecerla, lo seco es perenne y tardío, el vacío eterno y leve. La plenitud áspera como mi lengua.
La luz sigue encendida, anoche olvidaste apagarla, luce en pleno día donde se confunden las verdades con las mentiras.
Venga, otra vez, vamos a contarnos mentiras. 


martes, 20 de septiembre de 2016

¿por qué?



Cuando una no sabe por dónde empezar, se lo piensa demasiado.
Cuando no se tienen las cosas claras desde un principio, con el paso del tiempo tienden hacia al gris más oscuro rozando el negro.
Imagina que un día despiertas y has perdido todo, desde las personas a las que más quieres hasta tus posesiones más preciadas; estás sola en el mundo con la única compañía de tu sombra proyectada sobre el asfalto. No tienes comida, no tienes nada, todo lo que te rodea es conocido, pero al mismo tiempo, no lo reconoces porque falta algo; un algo que es un todo.
Pasan los días y cada noche esperas despertar de la pesadilla en la que vives.
¿Por qué no vivir en un sueño? ¿por qué no despertar de la realidad? ¿por qué querer soñar si aún estamos vivos, pese a estar solos? ¿por qué?

martes, 23 de agosto de 2016

Eterno verano



I
Reescribir la historia cada año para volver a empezar en el punto exacto donde lo dejaste el anterior.

II
Las piedras perdidas que fotografiaste hace cinco años por primera vez siguen diciéndote que te pares, que ése es tu sitio.

III
La brisa, el viento, el Levante y tu signo de aire tan volátil, tan mutable, tan sinestésico y empático. El olor salado, el gusto caliente por el sol el rumor de los afeites ajenos que te transportan a edades que no existen con personas que ya no son.

IV
El no esperar nada y que todo venga, los tiempos de espera eternos, la llegada que se queda a medio camino, la constante búsqueda de novedad. Buscar caras nuevas, conocer de memoria el asfalto, los caminos, las calles a la sombra y los geranios, las paredes inmaculadas y fragancia de las bouganvillas.

V
Dejarse insuflar por la espuma de las olas. Hacerse el muerto y flotar. Sólo dejarse llevar.

VI
Miembros sin vergüenza quedan al descubierto, todos somos iguales. Caballos andan por la orilla, los perros ajenos corren, juegan, entran al agua, salen y se empanan en la arena como si fueran croquetas. La felicidad.

miércoles, 27 de julio de 2016

La juventud





Los cuerpos eran jóvenes y los cabellos de tonos demasiado perfectos, lo mismo que el firme dibujo de los rostros, pero esa juventud no tenía la frescura de las cosas vivas, era una juventud embalsamada; ni arrugas ni patas de gallo marcaban las carnes cuidadas; ese aire gastado alrededor de los ojos era, por lo mismo, más inquietante. envejecían por debajo; podrían envejecer todavía mucho más tiempo sin que crujiera el caparazón bien lustrado, y después, un día, de golpe, esa cáscara brillante, ya delgada como un papel de seda, caería hecha polvo; entonces se vería aparecer a una anciana perfectamente acabada, con sus arrugas, sus manchas, sus venas hinchadas, sus dedos nudosos.
       -Mujeres bien conservadas-dijo Francisca-, es atroz esa expresión; me hace pensar siempre en conservas de langosta y en el camarero que le dice a uno: "Es tan buena como si fuera fresca".




                                                                                           Simone de Beauvoir, La invitada- 1.943





martes, 26 de julio de 2016

I. Ligereza estival.

Es el saco sin fondo en el que todos entran, pero pocos quieren salir.
Algunos por miedo a ser señalados con el dedo, cual esquirol en día de huelga.
Los inseguros porque no se atreven, su exceso de prudencia les paraliza y devienen en estatuas humanoides.
Los hedonistas están tan agustito que mover un sólo dedo les apartaría de su disfrute, su savia, su oxígeno, su vida.
Y además, ¿qué pensarían los demás? Todos pensamos en el que dirán, en cómo nos mirarían, la manera en la que cuchichearían al oído unos y otrso al vernos, y el cómo nos afectaría ese murmullo cargado de malintenciones y vacua palabrería. Pero qué le vamos a hacer, la raza humana es así de previsible.
Y es entonces cuándo me pregunto- sólo a veces, no soy yo persona de preguntarme muchas cosas- ¿a quíen le gusta la normalidad? ¿por qué cuesta tanto desmarcarse?
Sin duda transitar entre la locura y la sensatez, ir de un extremo a otro con la rapidez de un parpadeo es sin duda más estimulante que ser uno de esos que llaman gente corriente.
 


jueves, 12 de mayo de 2016

El vecindario




Hay algo que me inquieta últimamente.

Cada noche, después de cenar, salgo a al terraza a fumarme un pitillo; algo de lo más normal cuando en tu casa se cumple a rajatabla la ley antitabaco.

Enfrente de mi casa, hay un edificio de ocho plantas, y con nocturnidad observo a sus habitantes e imagino cómo ha sido su día.

El piso del primero derecha donde hace unos años vivió una familia sudamericana que organizaba todo tipo de festejos en cualquier época del año, bailando cumbia y comiendo lomo de cerdo adobado a la plancha, mientras el pobre perro saltaba enloquecido,es ahora parte del local de la tienda de decomisos. Decomisos, qué palabra tan exótica. En el segundo, cerraron la terraza y pusieron unas ventanas blancas de esas de climatic. Las persianas suelen estar bajadas todo el día, y por la tarde- noche cuando hay luz, observo su salón donde tienen un sofá beige con una manta o toalla naranja en una de las esquinas. Creo que esa zona es la reservaba para los gatos, uno es blanco y con manchas negras y el otro como naranja-beige atigrado. El beige siempre anda danzando de un lado para otro y suele subirse a un rascador que tienen al fondo del salón. Los pobres gatos deben tener los biorritmos atrofiados con tanta oscuridad todo el día. Pobres.

En el cuarto izquierda vive un matrimonio sexuagenario. No es raro verles todas las noches a la luz de la lamparilla del salón ver la tele hasta altas horas de la madrugada, es lo que tiene ser jubilado y poder pasar las noches en blanco viendo premier casino o el horóscopo de Esperanza Gracia. Alguna vez me les he cruzado paseando al perro y estoy segura que no saben que les tengo controlados, a ellos y a todo el vecindario. Algunos fines de semana, pero sobre todo en verano, les visitan sus hijos con sus nietos y pasan las tardes de charla en el salón. Es enternecedor verles salir a la terraza para despedirse de sus nietos saludándoles con la mano y tirándoles besos al aire.

En el piso de arriba, el quinto izquierda es donde antaño vivió el exhibicionista. El exhibicionista era el hijo de un matrimonio mayor, que al fallecer éste se quedó viviendo en piso con una mujer que tal y como apareció, desapareció. El susodicho, sobre las cinco de la tarde comenzaba su show; bajaba la persiana del salón a una altura media para ocultar su rostro pero vigilando a través de las rendijas a su público. Se paseaba en pelotas por toda la casa, del salón a la cocina, se la meneaba un poco hasta que le ponía dura, posaba de perfil, de frente, se la echaba hacia atrás, se la escondía... hasta que empezaba a masturbarse con ambas manos. Cuando estaba a punto de correrse, flexionaba las rodillas y recogía la leche con la otra mano. Alguna vez, también se ponía en la polla erecta el trapo amarillo de la cocina con el que su pobre madre limpiaba la encimera. Un día los padres desaparecieron y en el piso se le veía con una mujer, pero yo creo que no follaban ni nada porque él continuaba a lo suyo, incluso estando en la cocina, mientras freía se la sacaba y... bueno, lo de siempre. El piso de la noche a la manñan quedó vacío, apareció en idealista, estaba en venta. El pasado verano lo estuvieron reformando, y un equipo de desintoxicación biológica encontró restos de adn de un hombre de mediana edad por toda la casa. Ahora vive una pareja joven que se dedica arrumacos a la luz de los fluorescentes de la cocina, tienen un mini huerto, o plantitas de estas aromáticas en la terraza, han tenido un bebe, viven felices y ajenos a lo que ocurría en su casa todas las tardes. Así es mejor, ójala no lean esto.









viernes, 29 de abril de 2016

Ahí está




La desolación camina de nuestra mano, por las calles, por los barrios, por los pasillos del suburbano, por los impúdicos baños públicos, por los mercados, por los centros comerciales. Y nos mira de reojo y se ríe a su antojo. Qué sinvergüenza, la tía. Se nota que nunca nadie le dijo que no está bien reirse de la desolación ajena. Y ahí está ella, nos sigue mirando descaradamente, -no la mires, me dices-, y yo, como buena mula que soy no te hago caso. Y hoy la veo con mala cara, será que no ha dormido bien o será porque ya ha visto mucho por hoy, y eso que son apenas las dos y media de la tarde. No, si al final vas a tener razón, no debería mirarla porque al final estoy empezando a adquirir su misma tonalidad de escala de grises de pocos claroscuros y muchos oscuclaros.

miércoles, 27 de abril de 2016

Oh la la



Echo de menos París. No la Torre Eiffel, ni los Campos Elíseos. Tampoco la creperie de al lado de casa, ni tomar café en la calle a veinticinco o cero grados. París en sí misma, bien pordría ser una ciudad como otra cualquiera pero tiene algo que no encontrarás en ningún otro lugar del planeta.
A París le pasa un poco lo que a Nueva York cuando la visitas por vez primera, porque aunque nunca antes hayas estado allí todo es tan familiar y reconocible que sientes que formas parte de ella.
Reconoces sus avenidas, sus vecindarios, el tumulto cotidiano... y te crees una protagonista de la Nouvelle Vague.

Pero te das cuenta de que esa realidad construida en tu imaginario es fruto de la deconstrucción, e irremediablemente cambia tu imagen de la ciudad, y ya no desprende ese allure que dirían los franceses.

Porque París no es la ciudad de la luz, París es un parque temático, el parque temático del amor, con sus candados encadenados en sus puentes, con sus princesas disney en busca del príncipe perdido, con los muertos ilustres, cuyas tumbas reciben más visitas que la Gioconda...


lunes, 25 de abril de 2016

EL PODER DE UNA IMAGEN

Son muchas las razones que nos llevan a decantarnos por consumir ciertas marcas. Algunas las escogemos por su precio, otras porque se la hemos visto a alguien o nos ha gustado su anuncio, otras veces por recomendaciones, o simple y llanamente porque nos gustan, no hay más explicación posible.

Todas las marcas, sabedoras de su importancia dedican tiempo y sobre todo, mucho dinero, en estudios pormenorizados para conocer la eficacia y el impacto que una campaña puede desplegar entre sus consumidores habituales e incluso los potenciales.
Una de las muchas herramientes de que disponen estas grandes empresas con los estudios de mercado. Se seleccionan a consumidores en base a un determinado perfil, generalmente de un rango concreto de edad con diferentes ocupaciones para que conformen  un grupo heterogéneo. A las empresas les interesa conocer la opinión de sus consumidores de primera mano.

Pues bien, hace unos días asistí a una de estas reuniones. Por razones estrictamente confidenciales no diré de qué marca y producto se trataba, pero sí diré que se trataba de un producto destinado al público femenino. En una sala de ambiente aparentemente relajado, pero equipada con cámaras de vídeo, micrófonos y un falso espejo desde donde éramos observadas por la mirada atenta de los encargados del estudio, un grupo de ocho desconocidas mostramos nuestras opiniones acerca de las imágenes que el moderador nos iba enseñando.

Debo decir que no era la primera vez que participaba en este tipo de reuniones, pero sí me percaté de su mecanismo. Pese a que a priori se va a opinar libremente, las opiniones críticas no tienen cabida y se silencian. Sentí cierta desazón al comprobar cómo las cuestiones de género pasan despercibidas para la gran mayoría; cómo se ha normalizado hasta el punto de agradar y darlo por bueno -por la mayoría de las allí presentes- que para vendernos a las mujeres un producto se pase por representarnos hipersexualizadas, cayendo en estereotipos repetidos hasta la saciedad, mujeres que van de fiesta pero que parecen salidas de un club de intercambio... Y cómo cuando se ofrece una visión de mujeres que no son lo que se espera de ellas y hacen actividades que son destinadas principalmente al público masculino, como los deportes de riesgo y que no por ello dejan de ir a la oficina o disfrutar de su tiempo, se rechaza de inmediato. 
Y siento que no seamos las propias mujeres las que no tengamos suficiente capacidad crítica para rechazar este tipo de mensajes sexistas, porque que quede claro de una vez: la publicidad ofrece una imagen distorsionada de la realida, es netamente aspiracional, porque si fuese verdad lo que nos venden, todas deslumbraríamos con el brillo de nuestra sedosa y suave melena al mismísimo sol, ¿o alguien lo duda?


lunes, 28 de marzo de 2016

Le chat



Hay un gato enfrente, en la ventana. Se sacude al aire, sus pelos caen y se entremezclan con el polvo
el polvo del sol, sus cenizas grises, acaloradas y calientes se juntan con los pelos del gato.

El gato me me mira pero no me ve, se estira, se agiganta y cierra los ojos.

Ahora el gato no me mira, ahora el gato no me ve porque está cegado por el rey sol.

Ahora el gato abre los ojos y me atraviesa y ve a través de mi, me ve y descifra lo que escondo en mi interior, lo que oculto tras mi abrigo marinero, ese al que le puse los botones dorados que fuimos a comprar a la mercería adonde van las señoras a comprar telas y ganchillos y donde venden botones dorados. 

¿Y por qué el gato no habla, y por qué no me cuenta lo que ahora ve? 

martes, 8 de marzo de 2016

LA ESCLAVITUD FEMENINA




- Has de vestir socialmente aceptable. Esto quiere decir que vistas con ropa de bajo coste y escasa calidad; con la ropa que "se lleva", ya sabes, mona, sexy, incómoda, a la moda, e igual que el 85% de mujeres con las que te cruzas por la calle, en el metro o en el súper.

- Déjate el pelo largo, es signo inequívoco de femenidad. La plancha y las tenacillas serán tus eternas compañeras y amigas para lograr estar siempre perfecta y deseable... aunque el pelo largo te quede como el culo y las temidas puntas abiertas terminen por arruinarte la melena y tu salud capilar. ¡Qué no cunda el pánico! las extensiones capilares serán tu salvación.

- Depílate. Ten presente la siguiente máxima y repítela cuál mantra: las mujeres sólo tenemos pelo en la cabeza. Ni en las piernas, axilas, brazos, entrepierna, pubis... en ninguna parte de tu cuerpo existe el vello. Es por todos sabido que las mujeres somos imberbes por naturaleza.

-Extensiónate. No sólo llevarás extensiones en la cabeza, también deberás ponerte extensiones en las pestañas para emular a la mismísima Minnie Mouse, pese a que puede que acabes con una grave infección ocular o que las pocas pestañas que la madre naturaleza te dio terminen cayéndose como lágrimas en la lluvia. Otra posibilidad que no debes deshechar son las pestañas postizas, muy de Bratz y Monster High.

- El maquillaje te hará estar siempre perfecta...después de tapar granitos, manchas, ojeras, cicatrices, lunares caprichosos, pecas y arrugas. Y no olvides contouring... todas queremos ser como Kim.

- Ve al gimnasio, no basta con que te apuntes y pagues la matrícula... aún estás a tiempo para comenzar la operación bikini antes de que sea demasiado tarde, ¿o no querrás pasar otro verano con esos michelines y esa celulitis?

- Bebe mucho agua y duerme ocho horas diarias, si todas las celebrities lo dicen ¿por algo será, no?

- Tu palidez natural que tanto te caracteriza -tan propia de Casper,- te hace muy mala cara y deberías revertirla a base de sesiones de rayos UVA. En los siglos pasados el estar moreno era algo muy vulgar y de gente proletaria, hoy es estatus, distinción, buen gusto, clase.

- Sería interesante que a partir de los treinta vigiles esas patas de gallo y pequeñas arrugitas que te están saliendo en la frente, procura no gesticular demasiado y mide tus gestos. Antes de que sean demasiado profundas, yo que tú me inyectaba botox; el refranero español es sabio "más vale prevenir que curar".

- Compórtate como una señora o señorita, cruza las piernas al sentarte, sé servicial y prudente, no levantes la voz, sé condescendiente, sé lo que se espera de ti, no te salgas de lo preestablecido, asume los roles que la sociedad te impone, sé madre, mujer e hija por encima de todas las cosas.

lunes, 7 de marzo de 2016

LO NORMAL


He de hacer una confesión: me asusta la normalidad.

Hoy en día parece que prácticamente todo está normalizado, y no me refiero a una regularización desde el punto de vista jurídico a base de leyes y normas, sino a convertir en normal algo que no lo era o que había dejado de serlo.

Hay ciertas conductas y/o comportamientos que jamás deberían normalizarse; no se puede alimentar a la bestia sistemáticamente, dejarla a su atonjo que coma lo que le de la gana y no ponerle freno...terminará por engullirnos a todos y las consecuencias serán desastrosas. 

Cuando algo se normaliza, al principio llama nuestra atención, con el tiempo uno acaba por acostumbrarse y llega un día en que se mira al espejo y no reconoce la imagen que éste el devuelve.

Sólo cuando pasa el tiempo suficiente para que asimilemos algo como normal, -insisto en que ese algo no era normal a priori- la normalización despliega sus efectos anestesiantes sobre nuestra capacidad de discernimiento, si algún día tuvimos, y nos damos de bruces con las consecuencias de haber alimentado a la bestia.

Y, desgraciadamente, esto está pasando con la violencia.

Todos los días sin excepción, estamos sobreexpuestos a innumerables dosis de violencia: desde la más laxa y socialmente aceptada hasta la más salvaje y cruel.

No hace falta irse muy lejos, quédate en casa porque no hay nada comparable a poner las noticias, en prime time, para lograr una perfecta indigestión digna de manual porque los insultos, las peleas, los asesinatos, las decapitaciones o los homicidios son el menú diario que cada día nos sirven en bandeja.

Y luego, al final es como cuando detienen al asesino en serie de turno y todos los vecinos dicen que el presunto inocente -que no culpable, porque la presunción de culpabilidad no existe en derecho penal, queridos - era una muy educado, siempre saludaba, vamos que era una persona muy normal .


jueves, 3 de marzo de 2016

MARCAS BLANCAS


  Hace un tiempo -no muy lejano, por cierto- nadie se atrevía a reconocer en público que compraba marcas blancas. Por lo general estaba mal visto, y había cierto recelo y rechazo por tratarse de productos más baratos. Hoy puedes ver en el Mercadona de la calle Serrano, a las envisonadas señoras del barrio salamanca tan enlacadas e impecablemente peinadas comprando yogures desnatados de hacendado, rollos de papel higiénico de el bosque verde y toallitas desmaquillantes de deliplus. 


Las marcas blancas siempre han estado ahí, arriconadas, disimuladas, discretas, poco atractivas, básicas, económicas; eran las segundonas o terceronas, el comodín de última hora dispuesto a sacarte de un apuro...y han llegado a convertirse en las grandes estrellas del súper, deseadas y ansiadas por todos, relegando a un segundo plano a sus más directas competidoras: las primeras marcas, que no les hace ni pizca de gracia el asunto.


Por desgracia, esta fiebre por las marcas blancas no termina aquí.

Queremos marcas blancas a todas horas y ello es extrapolable a otros ámbitos tan susceptibles de ser mercantilizados como lo son las relaciones de pareja.

En el ámbito afectivo también queremos marcas blancas, relaciones de marca blanca, relaciones que impliquen comodidad, sin grandes sobresaltos, no sea que vaya a sufrir más de la cuenta, que no estoy acostumbrado y ya no me gusta.

No queremos ataduras ni compromisos, que eso coarta nuestra libertad. 

Queremos felicidad enlatada, frases absurdas con dibujitos infantiles sobre fondos de tonos pastel, tan románticas, tan cursis, tan tóxicas, tan rebosantes de esterotipos edulcorados... que disparan los índices de glucosa en sangre.

Relaciones baratas, de terceras o cuartas opciones, pero que sean fáciles de cambiar por otra que me convenga más en caso de que me salga rana, ¿dónde están esos príncipes cianóticos, por favor?

Queremos la comodidad y la encontramos. No queremos sufrir, queremos cuentos con finales felices, y hacer realidad ficciones simuladas.

Porque si te regalan algo del Señor Maravilloso - adalid de la felicidad contemporánea y el súmum de la cutrería sentimental-  tú eres de marca blanca, querido o querida.

Directo a la López Ibor.
Sal corriendo que aún estás a tiempo.

martes, 1 de marzo de 2016

Del 1 al 31


Hoy es uno de marzo.

Llevo dos días sin fumar y tres sin trabajar.

Tengo cuatro gatos que me piden mimos cada cinco minutos.

Son las seis y siete minutos de la tarde.

Hace siete años dormía al menos ocho horas diarias, hoy sería una una locura dormir nueve horas seguidas: aumenta el riesgo de ictus.

En mi estanteria tengo diez ejemplares exactamente idénticos, de Madame Bovary.

Esta mañana encontré un cupón de la once para el sorteo de hoy, ¿os imagináis que me toca?

Tengo doce horas por delante para una entrega y no sé por dónde empezar.

Adoro el número trece, ser supersticioso da mala suerte.

A los catorce años empecé a fumar a escondidas, a los quince me hice un piercing en el ombligo y a los dieciséis sufrí mi primer desengaño amoroso... sí, era una niñata.

Con diecisiete era una inmadura autoconvencida de todo lo contrario.

A los dieciocho me quité el piercing y me quedó de recuerdo una cicatriz bastante maja.

El recuerdo de mi diecinueve cumpleaños está borrado de mi memoria, sufro amnesia selectiva.

Veinte son las veces que mi ex me pidió matrimonio, y veinte fueron las veces que le dije que sí.

Tengo un secreto [in]confesable, todos los días llamo al contestador del programa siglo veintiuno emulando diferentes voces y hago uso de una de mis habilidades más ocultas: la ventriloquia.

En mis tiempos universitarios, hablar del veintidos era hablar de un mito sexual equiparable a James Dean.

Si sumas las cifras de una matrícula capicúa y su resultado es veintitrés, pide un deseo y se te cumplirá en menos de veinticuatro horas.

Cada veinticinco de diciembre intento huir sin éxito de las reuniones familiares, pero sé que algún año lo conseguiré.

Acabo de subir las escaleras mecánicas: veintiseis escalones huyendo del hedor de la muchedumbre.

Dicen que de media, consumimos al año, veintisiete cajas de preservativos, si son de diez unidades, salen unos 270 polvos, lo que me lleva a pensar que se folla muy poco.

El ciclo menstrual de las mujeres suele durar veintiocho días.

Soy capaz de leer veintinueve veces el comienzo de cien años de soledad, y dejarlo otras tantas.

Desde hace treinta días, todas las mañanas hago varios saludos al sol para desperezarme.

Treinta y uno es una buena edad para empezar de cero, en realidad siempre es un buen momento para empezar cosas nuevas

viernes, 26 de febrero de 2016

Porfaplis

 
Qué necesaria es la frivolidad en estos tiempos grises que nos han tocado vivir. Hay tanto acomplejado que vive en su ensimismamiento vital y moral, -algo muy feo y tan propio de los más bajos fondos de la mezquindad humana-, que es incapaz de saborear semejante virtud.

Uno no puede tomarse muy en serio a sí mismo porque terminará detestándose, y eso es lo peor que le puede pasar a uno. Con el paso del tiempo, el devenir de las cosas, todo es susceptible de sufrir un terrible desgaste y nadie está a salvo de ello. ¡Si los objetos más triviales e inservibles se desgastan...!

Hoy puedes acabar el día odiando lo que ayer querías con locura, porque el odio es un sentimiento que florece en microcosmos muy concretos donde quedan resquicios de lo que un día fue amor.

Hay que rebajar tensiones y aderezar la rutina con una pizca de ironía y humor!
 

Incluso la Garbo era capaz de troncharse de risa.




viernes, 29 de enero de 2016

Subjuntivo: pretérito pluscuamperfecto

Fotografía de Vivian Maier

Siento que me hago mayor. 

Siento que ya no podré echar el tiempo atrás como las manecillas del reloj cuando hay que retrasar la hora. 

Qué fácil sería remendar errores, rehacer situaciones y tomar la decisión correcta cuando ya conoces de antemano lo que pasó. 

El transcurso de eso a lo que llamamos vivir, no es más que un verbo de la tercera conjugación. 

Lo difícil del asunto consiste en recorrer todos sus tiempos verbales, porque si hubieras o hubieses vivido no estarías pensando esta parrafada inconexa y difusa sobre el paso del tiempo y sus lamentaciones.

viernes, 8 de enero de 2016

Descongélame, descongélate



Ha llegado el día.

De tanto postergar el momento, las ganas y la motivación quedan sumidas en un estado de congelación.

El propio proceso produce una serie de consecuencias que, de no actuar derivarán en una rutina anestesiante, perpetua eternidad inanovible. Es lo que tiene la congelación, que paraliza el cuerpo y los sentidos, te quita el hambre como de pronto regresa hambriento, voraz e insaciable. Y qué decir de encontrarle un sentido a este sinvivir bajo cero. Las pobres merluzas bien lo saben.

Es hora de despertar del letargo, de bajar a la tierra los pensamientos que andan volando mareados sin saber adónde ir y tranformarlos en algo que me haga continuar sin detenerme en distracciones que hacen que me olvide de quién soy, y no saber qué coño estoy haciendo con mi vida.
 
Porque, ¿acaso tú sabes quién eres?, ¿sabes lo que quieres?

Si así es, te felicito.